sábado, 10 de septiembre de 2011

Alberto Manguel revisitado por Ricardo Rivadeneira

Fotografía de Daniel Reina, Revista Semana.
Alberto Manguel fue uno de los invitados internacionales de la XXIV Feria Internacional del Libro de Bogotá. Manguel habló con Ricardo Rivadeneira sobre libros, bibliotecas, cine, listados y literatura, esta última: el bastión que más le interesa proteger. Para cualquier bibliófilo resulta supremamente interesante el encuentro con el autor de un Diccionario de lugares imaginados (1980), Una Historia de la lectura (1996), Leyendo imágenes (2000), En el bosque del espejo (2002), Con Borges (2004), La biblioteca de noche (2006), Kipling: Una biografía para jóvenes adultos (2007), La ciudad de las palabras (2007), El legado de Homero (2010), entre muchas obras más. Alberto Manguel es el argentino-canadiense que hace 10 años mandó construir una casa especial en la región francesa de Poitou-Charentes para alojar los cerca de 35000 ejemplares que componen su biblioteca personal. Tan amplia colección y la experiencia de construir un lugar diseñado especialmente para leer lo condujo a escribir un libro sobre el tema en el 2006. Sobre este lugar Manguel dice: “Tengo muy mala memoria para nombres, para números y para lugares, pero tengo una buena memoria para libros, entonces sé perfectamente los libros que tengo; aunque no los he leído todos obviamente, pero los he abierto todos, y entonces conozco la identidad de cada uno. En ese sentido conozco muy bien la cartografía de mi biblioteca”. Manguel desarrolló su pasión por la lectura muy temprano, en casa de su padre, un diplomático argentino que recorrió el mundo con su familia, siempre acompañado de libros. Manguel es un ciudadano del mundo, que confiesa estar tan acostumbrado a los viajes que le desconcierta encontrarse en su casa rodeado de los objetos que le son familiares. Sus anhelos judíos de arraigo los explica diciendo: “Soy lector porque me di cuenta, desde muy niño, que si necesitaba un lugar que fuese siempre el mismo, fiel, constante, ese lugar estaba en mis libros”. Esta es la tercera o cuarta vez que Manguel visita Colombia. Para él son más fuertes sus experiencias literarias, que el mismo hecho concreto de estar en un lugar. Por eso, podríamos decir que la oscilación en su memoria sobre el número de veces que nos ha visitado tiene que ver con algo más fuerte que es la experiencia literaria de leer sobre Colombia. Por ejemplo, para él “alguien como William Ospina, define un imaginario muy claro de un lugar que no es como otros lugares”, y que por tanto hace que la experiencia no se diluya. Uno de los encargos que recibió el escritor, por parte de su editor en inglés, fue realizar una lista de 100 libros que le parecían importantes, entre ellos incluyó la Biografía del Caribe del historiador colombiano Germán Arciniegas. Esta es una de sus obras favoritas, le fue dada a leer por uno de sus profesores en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Con sus propias palabras aclara que “fue mi introducción a una forma de contar la Historia muy distinta; es decir, una forma de contarla que no era simplemente el listado clínico de ciertos nombres y fechas, ni la ávida descripción de eventos, sino una lectura de los hechos. Una forma de contar lo que sucedió”. Alberto Manguel es reconocido entonces por haber incursionado con mucho éxito escribiendo su propia Historia de la lectura. Hablar con el escritor es remitirse a una referencia obligada: Jorge Luis Borges, a quien acompañó como lector cuando iniciaba su camino hacia la ceguera. Manguel tiene una idea muy clara de la Historia, concepto que ha construido recogiendo experiencias e ideas del mundo literario, especialmente de Borges, un personaje que revisita su mente de manera constante. Al respecto él recuerda diciendo: “En ese párrafo célebre del Quijote, donde Borges explica la técnica de Pierre Menard, se define a la Historia como madre de la verdad. Allí Borges claramente argumenta la diferencia entre una visión renacentista de la Historia y una del siglo XX, y cómo Menard entiende que la Historia es aquello que contamos, no solamente lo que ha sucedido, sino lo que ha sucedido según cómo lo contamos”. Un tema que apasiona a Manguel es la relación entre literatura y cine. Le preguntamos su opinión sobre el uso de algunos recursos narrativos como la enumeración, a manera de listas de cosas, situación que es evidente en el trabajo del director británico Peter Greenaway. Al respecto contestó: “Greenaway es un gran favorito mío. Para volver a citar a Borges. Él decía que una de las características de la poesía es el listado, la enumeración y es cierto que en la poesía cinematográfica de Greenaway ese listado ocupa un lugar preponderante; sirve a varios propósitos, por un lado brinda una estructura a lo que se está mostrando o contado, por otra parte permite ampliar de manera metafórica un tema. Todo listado sugiere una relación entre las cosas que están en esa lista y por tanto una suerte de relación entre esos objetos. Si yo hago una lista en la que digo: silla, taza, cámara fotográfica, grabadora, no hay una relación obvia entre ellas, pero sin embargo el hecho de que haga entre ellas una lista, en la mirada del espectador o en la mirada del lector se organiza una relación simbiótica. Y Greenaway entiende esto muy bien. Pero Greenaway no solo lo entiende, sino que sabiendo que el lector hará una asociación metafórica logra subvertirla, por ejemplo: en el Bebé de Macon estamos viendo una filmación de una escena histórica, sabiendo que son actores y el director está presente, una suerte (odio usar la palabra, pero) de gesto “posmoderno”. Entonces empezamos a asociar en ese listado lo que sucede históricamente con lo que sucede contemporáneamente, y de pronto Greenaway nos sorprende porque nos obliga a confundir lo que se está filmando como ficción con lo que está sucediendo como realidad; es decir, un verdadero rapto, una verdadera violación. Y ese es un momento muy fuerte para el espectador que siente que hubiese debido entender lo que se muestra de manera más profunda. Tendemos a mirar las cosas de manera rápida y superficial, y Greenaway nos obliga a reconsiderar las cosas”. Con motivo de los 100 años del cine, la British Film Institute, convocó a 100 autores para que cada uno escribiera sobre una película de forma muy detallada y así conformar una gran enciclopedia del cine. Manguel eligió La Novia de Frankenstein del director James Whale (1935). Dice él que se concentró en esta película porque “es una de esas felicísimas traducciones de una obra literaria. Podría decir que el valor esencial de una traducción, y en traducción incluyo adaptación, versión cinematográfica o teatral, ilustración, en fin, todo lo que surja a partir de una obra literaria, da a la obra una nueva vida. Le da una cierta inmortalidad, al menos en el espacio de la obra en la cual esa traducción ha sido creada”. En este libro los aportes que hace Manguel a la teoría estética del cine de terror son notables. Su análisis iconográfico, derivado de los trabajos iluminadores de Aby Warburg y Carlo Ginzburg, lo conduce a realizar comparaciones sobre la forma y el significado de los rostros de Greta Garbo en la película La Reina Cristina de Suecia (1933) y la mirada de Frankestein en la novia. Dice Alberto Manguel que “La cara de Boris Karloff es el contrario de la cara de Garbo porque si lo de Garbo es un vacío, la cara de Karloff es un demasiado, es el recargo total, es demasiado grande, es demasiada forma, tiene excrecencias que no le pertenecen y entonces Whale logra crear un icono para el siglo XX”. El último libro de Manguel es El Legado de Homero, se trata de un trabajo donde es clara la depuración de su pensamiento. Esta obra expresa su interés por contar “cómo dos historias creadas en cierto contexto y en cierto tiempo determinado, una sobre el viaje (La Odisea), la otra sobre la guerra (La Ilíada), cobran vigor imaginativo en otras circunstancias, en otros lugares en otras culturas”. Es en medio de la presencia constante de imágenes literarias y artísticas que Manguel ha elaborado una obra sólida, variada y consistente durante los últimos treinta años. Trabajo que está soportado esencialmente en los pilares fundamentales que conforman la civilización occidental. Estudiar la Historia de la escritura y de la lectura desde los más remotos signos cuneiformes, para luego explicar la permanencia de la narrativa griega, son formas contundentes que le permiten al escritor afirmar enfáticamente: “¡El hombre es un animal lector!”, y como tal deberíamos tratar de comprenderlo.